Android One es un programa que tiene como objetivo tratar de atacar un problema creciente: en mercados como Asia y África, Android es el sistema operativo más extendido. Sin embargo, el éxito, no aporta nada a las cuentas de Google.
La mayor parte de los dispositivos con Android que se venden en estos mercados son muy económicos, poco potentes y usan la versión abierta de la plataforma. Sobre ella corren servicios locales o alternativos a los que ofrece el gigante de la red. No hay Google Maps, no hay Google+ y, tal vez lo que más molesta en Mountain View, no hay Google Play Services. En muchos casos usan versiones antiguas del sistema operativo y rara vez reciben actualizaciones.
El único beneficio para el gigante es que mantiene a los desarrolladores locales enfocados en Android en vez de explorar alternativas como FirefoxOS o, ahora, Windows Phone -Microsoft está haciendo un esfuerzo titánico para llevar su sistema operativo a los móviles de baja gama-.
Estos dispositivos serán posiblemente los que muevan el mercado de los próximos 1.000 millones de smartphones y cada mes que pasa la oportunidad de Google de captar esos usuarios se hace más distante. Con Android One Google espera trabajar con fabricantes y operadores locales y crear modelos de referencia comunes de hardware. Es decir, teléfonos prototipo con las características que Google considera mínimas para una buena experiencia. Sobre esos modelos los fabricantes podrán cambiar diseños y algunas funciones.