Cuando nos disponemos a comprar una cámara fotográfica, la primera decisión que tenemos que tomar es si queremos que ésta sea réflex o si nos conformamos con una compacta. Pero es un error que esta decisión está basada únicamente en el factor económico, ya que lo ideal es buscar el equipo que mejor se adapte a nuestras necesidades. Por ello es interesante que tengamos muy claro si le vamos a dar un uso personal o profesional ante de decidir si nos conviene o no invertir en una réflex.
Y es que, obviamente, la calidad que nos aporta una cámara profesional no la vamos a encontrar nunca en una compacta. No se trata del número de megapíxels, que a fin de cuentas viene a ser casi lo que menos importa, sino el tamaño de la lente, así como la posibilidad de cambiar objetivos y añadir filtros si vamos a utilizar nuestro equipo para tomar fotografías artísticas.
Sin embargo, el tamaño es la mejor baza que tienen las cámaras compactas. Vamos, que si lo que queremos es hacer fotos cuando salgamos con los amigos o vayamos de viaje para subirlas después a Facebook, es mucho más cómodo tener un aparato pequeño que podamos guardar en el bolso o incluso en un bolsillo que cargar con una réflex que lo único que nos va a aportar son una serie de características que la mayoría de los usuarios no necesitan.
Por lo tanto, mi recomendación es no plantearse una réflex a menos que le vayamos a dar un uso profesional o artístico, ya no sólo por lo elevado de sus precios, sino por la incomodid de utilizarla simplemente para fotos familiares. Ahora bien, si queremos dedicarnos a la fotografía de forma profesional o aficionada, entonces sí que merece la pena con creces hacer un desembolso.