Todo empezó cuando un investigador del Instituto de Ciencias de la Salud de Baleares regaló a su hija en navidad una Xbox equipada con Kinect para jugar sin mandos. Enseguida vio como la niña, que nunca había sido muy aficionada al ejercicio, empezaba a perder los kilos que le sobraban. Y pensó en aplicar el método a nivel profesional. Y es que en el momento que los niños no ven el ejercicio como algo rutinario sino como una diversión les resulta más fácil ponerse a ello.
1.200 niños de entre 6 y 14 años empezaron a usar Kinect en el colegio. Y los que tenían problemas más graves que necesitaban más atención recibieron la Xbox en casa. De esta manera, el estudio pretende que el ejercicio físico se convierta en un hábito para los más jóvenes, y que si quieren pasar un rato frente a la consola no sea sentados en un sillón sino moviéndose.
Jugar a Kinect durante 3 horas a la semana (que supone algo menos de media hora al día, tampoco es tanto) supone una pérdida de 500 calorías. Por lo tanto, en tan sólo 3 semanas realizando este tipo de ejercicio se empieza a notar la diferencia. Como el estudio empezó a finales de abril aún no hay datos concluyentes, pero en general los resultados parecen estar siendo más que aceptables, por lo que los padres con niños con problemas de peso podrán encontrar fácilmente una solución.
Los siguientes pasos en el estudio podrían pasar por que se grabe a los niños mientras juegan con una webcam para que ellos mismos puedan comprobar sus progresos o por un sistema de recompensas que les anime a seguir progresando. Si las consolas se consideraban una de las causas de la obesidad infantil, en este caso ha funcionado lo de “si no puedes con el enemigo, únete a él”.